¡Oh!, llanto derramado en la espesura
donde gime el dolor con cruel espina,
¡Oh!, lastimera voz donde se inclina
el eco milenario que perdura.¡
¡Oh!, noche sin consuelo y sin premura
abierto el corazón en hornacina,
refractando en el cáliz la ambarina
luz de lucero que el reflejo amura.
El recuerdo de un beso...¡rompe el cielo!
y en mis entrañas lúbricas el celo
prende en el arco su saeta oscura.
¿Donde morir, señor?¿donde mi duelo
se asirá con fervor al desconsuelo
del gérmen demencial de la locura?.
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